Los defensores de la publicidad en el mundo sostienen que el hombre moderno, aunque quiera, no puede prescindir de ella. El gran dilema del hombre moderno se reduce a qué producto comprar entre una inmensa variedad que a diario se le ofrece.
Sin embargo, la utilización de esta técnica mediática mercantil ha llegado, a estas alturas de la civilización occidental, a extremos que sobrepasan la mera justificación por asuntos de «necesidad» en la compleja dinámica de la economía de mercado.
Además, su necesidad de estimular el consumo ha llegado a tener repercusiones profundas en la cultura y los procesos culturales de la mayoría de las sociedades, que vive hoy un proceso de mundialización o globalización.
La publicidad consiste en informar a una o varias personas sobre un producto o servicio por medio de un anuncio pagado, con la intención de conseguir, crear o estimular en el receptor la necesidad de su compra.
Pero lo cierto es que, la publicidad se ha convertido en creadora de deformaciones sociales, éticas y hasta sicológicas. Además, su naturaleza fundamentalmente comercial tiende a relegar los valores profundos del ser humano, expresados en la cultura, y a establecer nuevos valores generalmente superficiales y de competencia indiscriminada.
sábado, 13 de diciembre de 2008
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