sábado, 13 de diciembre de 2008

PUBLICIDAD

Los defensores de la publicidad en el mundo sostienen que el hombre moderno, aunque quiera, no puede prescindir de ella. El gran dilema del hombre moderno se reduce a qué producto comprar entre una inmensa variedad que a diario se le ofrece.
Sin embargo, la utilización de esta técnica mediática mercantil ha llegado, a estas alturas de la civilización occidental, a extremos que sobrepasan la mera justificación por asuntos de «necesidad» en la compleja dinámica de la economía de mercado.
Además, su necesidad de estimular el consumo ha llegado a tener repercusiones profundas en la cultura y los procesos culturales de la mayoría de las sociedades, que vive hoy un proceso de mundialización o globalización.
La publicidad consiste en informar a una o varias personas sobre un producto o servicio por medio de un anuncio pagado, con la intención de conseguir, crear o estimular en el receptor la necesidad de su compra.
Pero lo cierto es que, la publicidad se ha convertido en creadora de deformaciones sociales, éticas y hasta sicológicas. Además, su naturaleza fundamentalmente comercial tiende a relegar los valores profundos del ser humano, expresados en la cultura, y a establecer nuevos valores generalmente superficiales y de competencia indiscriminada.

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